La fábula de Pablo el Pastor

Pablo era un pastor que vivía con unas pocas ovejas en su finca. Llevarlas de un lado a otro, para que disfrutaran de los pastos de su finca, no le suponía ningún problema. Pero poco a poco, y gracias a su gran dedicación, el rebaño fue creciendo y creciendo, hasta que un día, casi sin darse cuenta, llegó a tener más de cien ovejas. Llevarlas de un lado a otro se hacía una tarea imposible. Había ovejas de todos los tamaños y colores. Unas muy rápidas y otras muy lentas. Pablo necesitaba alimentarlas por la mañana y estar de vuelta en su casa antes del mediodía para poder hacer todas las tareas de la finca. Pero esto nunca sucedía. Las ovejas más rápidas llegaban primero y se comían todo el pasto del lugar, obligando a que las ovejas más lentas tuvieran que ir más lejos a conseguir el alimento. Hizo todo lo que pudo para que las ovejas más lentas fueran más rápido, pero se cansaban y nunca llegaban al mismo tiempo que las más rápidas. Un día, hablando con un vecino, le contó su situación. Pablo estaba desesperado. Entonces su vecino le dijo que lo mejor era ir al ritmo de las ovejas más lentas. Pablo le dijo que eso no tenía sentido, pues lo que él quería es que fueran más rápido. El vecino le dijo que al menos lo intentara. Pablo pensó que no tenía nada que perder. Al otro día, hizo que las ovejas más rápidas fueran al ritmo de las más lentas. Todas llegaron al tiempo y para su sorpresa, cuando volvió a casa, faltaban unos minutos para el mediodía. Pablo comprendió entonces que no por ir a más velocidad se llega más rápido y que lo importante era pensar en el bienestar de todas sus ovejas y no de solo unas de ellas.