Pablo Pluma Pálida era un halcón que vivía solo en lo alto de una montaña. En lugar de volar de un lado para otro, como los demás halcones, se la pasaba sentado en su nido, contemplando el horizonte. Solo salía salía de su nido para buscar algo de comer. Siempre la misma rutina. Su filosofía era no molestar para no ser molestado.

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Un día, al volver a su nido, encontró un pequeño huevo. Entonces fue al bosque a preguntarle a los otros pájaros si sabían quién podría haberlo dejado olvidado. Como nadie le daba razón, no tuvo más remedio que cuidar del huevo. Primero le hizo algunas mejoras a su nido, porque le daba miedo romper el huevito mientras dormía. Cambió su rutina diaria para poder vigilarlo, e incluso lo empollaba cuando la temperatura bajaba mucho en las noches.

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Una semana después, el huevo se resquebrajó y de él salió un pequeño polluelo. Pablo Pluma Pálida lo llamó Pedrito Pluma Parda. Lo que pasó de ser una gran alegría se transformó en un verdadero desafío: Organizar los horarios para conseguirle comida y luego alimentarlo, traer mas follaje para que no le diera frio, reforzar el nido, contarle una historia para que se quedara dormido… A Pablo Pluma Pálida que no le gustaban los cambios… le había cambiado la vida de la noche a la mañana.

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Un día viendo al polluelo jugar en el nido se dio cuenta de que era hora de enseñarle a volar. ¿Qué voy a hacer? Se preguntó. No tengo la menor idea de enseñarle a volar a nadie! Amalia Alas Altivas, una hermosa águila de cabeza blanca que los mirada desde su nido, se acercó para ofrecerle su ayuda. Pero como toda águila que se respete, Amalia Alas Altivas, no hacía las cosas a medias: cambios en los horarios, cambios en la orientación del nido, cambios en la alimentación… y pues ya entrados en gastos, a Pablo Pluma Parda no le quedó más alternativa que seguir cambiando.

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Después de algunos días de entrenamiento Pedrito Pluma Parda logro su primer vuelo sin escalas entre el nido de Amalia y el de Pablo. ¡Qué emoción! ¡Qué maravilla! Ese huevito que se transformó en polluelo, le había cambiado la vida. “Y yo que no quería cambiar…” Pensó Pablo Pluma Pálida secándose una lágrima de alegría.