Abundio fue siempre un niño consentido. Era el menor de la familia. Entre su madre, sus diez hermanas, las dos abuelas y las cuatro tías hicieron todo para darle gusto. El pedazo de carne más grande, el mejor regalo de navidad, el primero en sentarse a la mesa y el último en levantarse de la cama. Pocos castigos y muchos premios hicieron de Abundio un niño sin límites y el apodo de “El Abusivo” se lo ganó en pre-escolar porque se ponía furioso si no era el primero en la fila.

 

Abundo “El Abusivo” Abadía, tenía además otros defectos: No sabía esperar, todo lo quería ya. No tenía problemas con decir mentiras. Podía ser terriblemente manipulador. Y ustedes se preguntarán, cómo puede existir alguien con tantos defectos y ninguna virtud? Bueno, si tenía una, Abundio, era encantador. Sabía exactamente qué decir para que todos cayeran bajo su encanto y terminaran haciendo lo que él decía.

 

Abundio quería tener las mejores cifras, ganarse todos los premios, ser el número uno en cada reconocimiento, a cualquier precio. Frustrado por no lograrlo encontró un artificio: Inventarse pedidos de sus clientes para cumplir con la facturación programada cada mes. Una pésima idea porque no tuvo en cuenta el stock, ni que los clientes iba a llamar aterrados al recibir pedidos y documentos que no habían pedido. Y los acontecimientos se precipitaron, antes de 30 días ya no le decía “El Abusivo” sino Abundio “In Fraganti” Abadía.

 

No te quejes Abundio que más rápido cae un mentiroso que un cojo, y que por abusivo todos te tienen puesto el ojo.